Beatriz

Sin lugar a dudas, si algo me caracteriza, son mis pendientes. Son muy pequeños, dorados y de bordes redondeados, son mis primeros pendientes, los que eligieron mis padres cuando nací.

No los he llevado puestos durante toda mi vida, de hecho, ya de niña me los quité y, durante muchos años, llevaba pendientes de bisutería que cambiaba a diario y, muchos días, por olvido o, simplemente, por pereza no llevaba. Hasta que hace un par de años, mi madre, que siempre ha sido muy cuidadosa con los detalles, me dijo que iba a regalarme un par de pendientes que eran tan cómodos que no me cambiaría nunca y por lo tanto no olvidaría ponerme. Me llevó a su joyero y sacó una cajita, la abrió y descubrí un par de pendientes muy pequeños, dorados y de bordes redondeados, eran mis primeros pendientes, que mi madre había guardado como un pequeño tesoro. Inmediatamente, despertaron en mí una sensación de ternura y nostalgia, que me trasladó a mi niñez en mi primera casa, una primera planta con patio donde yo jugaba, en Teruel, un tiempo en el que mis padres lo eran todo para mí.

Mi madre me los confió bajo la promesa de que los cuidaría, desde entonces los llevo puestos y no tengo ninguna intención de sustituirlos porque son mi pequeño gran tesoro.

Protagonistas del relato:

– Patrimonio: los recuerdos y sensaciones que experimento al conservar los pendientes, un objeto al que mi madre ya le había asignado un valor vivencial y emotivo, que me ha transmitido.

– Bien: los pendientes.

Componente material: pendientes de oro de, imagino, poco valor económico.

Componente inmaterial: los recuerdos y sensaciones que transmiten.

– Valores que proyecta la protagonista sobre el bien: emotivo, vivencial, de vínculo familiar.

– Mi madre: fue la primera en asignar valores significativos sobre el bien y decidió conservarlo para su custodia y transmitirlo.

– Yo: la que recibo el bien patrimonial y decido seguir conservándolo.