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Laura D


Sí, se trata de dos muñecas. Pero seguramente no son dos muñecas cualesquiera, y por eso puede resultar raro a primera vista. No son las típica “Nenuco” o una preciosa muñeca que parece saca de una tienda de antigüedades. Y sí, son negritas. Un color que parece raro, ¿no? Una de ellas ni siquiera es mía, es de mi hermana mayor; pero siempre irán -e iremos- juntas y permanecerán unidas. Desde aquella tienda en pleno paseo marítimo de una ciudad de costa, en la que las vimos por primera vez, hasta nuestra casa, pasando por Madrid y allá donde acaben en un futuro. Infancia, juego, ternura, imaginación, crecimiento… Son muchas las palabras que se me vienen a la cabeza al verlas. Han formado parte de mi vida, de mi niñez, de horas y horas de juegos imaginando que eran reales, que había que cuidarlas, enseñarlas o curarlas si se ponían malas. Sí, son dos muñecas, pero no son cualquier muñeca. Tienen un significado y una importancia para mí. Me han acompañado a lo largo de mi vida y me han servido para crecer en todos los sentidos. Mi abuela decidió comprárnoslas cuando yo tenía seis años, como un pequeño regalo durante unas vacaciones de verano en la playa. Y desde entonces mi hermana y yo las guardamos, siguen siendo especiales y me siguen recordando ese momento y ese lugar como si fuera ayer mismo cuando pasó. Dos muñecas, pero algo más que dos simples muñecas.


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