Sergio dV
Éste era el dedal de mi bisabuela, fue un regalo de boda que costó 4 pesetas porque era de “inoxidable”; con él aprendió a coser mi abuela que fue una gran bordadora de encajes femeninos en los años 50. Ella me enseñó a coser a mí con 8 años, pero no sólo a hacer un simple “hiladillo”, me enseñó a hacer todo tipo de puntadas, vainicas simples, dobles, de frailes, a coser botones, a bordar letras y a hacer dibujos a punto de cruz.
Este dedal ha cosido muchos kilómetros a lo largo de su vida, ha cosido desde trapos de cocina, hasta lencerías finísimas para la alta nobleza española y extranjera, y puede que hasta la Reina Sofía haya llevado puntadas pasadas por ese dedal.
Ahora cien años más tarde el dedal de “inoxidable” está oxidado, deforme y un poco roto; no es una joya ni mucho menos… es más bien como un libro, que te cuenta cómo aprender desde el cariño; como una goma de borrar que te dice que no importa que te equivoques; es más bien como un mapa, que te ayuda a saber que siempre vas a tener a alguien guiándote aunque no lo veas.