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Isabel S.


Este puede ser un simple dibujo, de una niña de cinco años a la que le dan pinturas y comienza a dibujar. Pero para mí, es el dibujo más importante de mi vida, en muchos aspectos. Yo nunca fui una niña de sentarse a “pintar”, es más, en el colegio lo hacía todo deprisa y corriendo, sin salirme. Este es el dibujo más elaborado que he realizado. Ninguno tiene el fondo pintado, ni tanto color.

Muchas son las personas que aparecen en él. Mi abuela, madre, mi primo recién nacido, una prima que me saca un par de años, yo misma, y por supuesto, la persona a la que le dediqué esta “obra”…mi padre.

Años después sigo recordando quién es cada uno de los componentes del mismo. Nunca se lo expliqué a nadie, simplemente me puse a dibujar y cuando terminé pedí que lo guardarán sin ninguna explicación.

En el centro del dibujo hay una iglesia, la del pueblo de mi padre, que separa a los componentes del mismo. Empezando por la izquierda está mi abuela, quizá el único dibujo que conservo de ella, debajo de esta, mi primo pequeño, que ya tiene unos añitos, y encima, mi prima E. Después mi madre, con su cinturón marrón y a su lado yo, con el pelo muy largo. Siempre me dibujaba así, porque sabía que tenía que tenerlo largo para la comunión. Encima de la Iglesia, no en lateral, sino en el tejado, seperado de todo el mundo, mi padre.

Alguien me contó una mañana, que mi papá estaba en el cielo y yo supuse que estaría con los ángeles, por eso, decidí ponerle una aureola. Él nos mira mientras nosotros estamos rodeando su tumba, porque “eso” verde, que parece una piedra, con muchas flores representa su tumba.

Recuerdo que cuando lo terminé decidí pintar solo un trozo de cielo azul y el resto morado, alguna vez oí que sus colores preferidos eran el gris y el negro, pero como a mí no me gustaban pensé que el morado era oscuro también.

Nunca más volvía a dibujar a mi padre, pero gracias a este dibujo, no se si conseguí superar o no esta ausencia, lo que sí tengo claro, es que me ayudó desahogarme y a comprender lo que sucedía. Los niños muchas veces no saben explicar sus sentimientos, su vocabulario no es tan extenso como el de los adultos. Ahora cuando lo necesito, escribo, pero el papel siempre, acaba hecho mil pedazos…


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