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Antonio


Todos tenemos muchas cosas que recordar, entre ellas están algunos de nuestros bienes materiales, a los que de una forma u otra, nos sentimos unidos, objetos que tienen importancia para nosotros más allá de su valor económico.

Entre mis pertenencias, entre la parte de mi patrimonio que puede incluir en el grupo delimitado en el primer párrafo, he decidido incluir en este texto, uno de los elementos que uso en el día a día, un elemento sencillo que todo el mundo tiene… mi cartera.

Este objeto tan sencillo, y a la vez tan útil y tan utilizado por todos tiene un especial valor sentimental para mí.

Corría el año 2012, bueno, siendo sincero, si hago un pequeño guiño cómico, no corría aún mucho, pues esto ocurrió el día de reyes. Mis padres, mi hermano y yo fuimos a Olmedo a casa de mis abuelos a comer. Ahí nos esperaba mi abuelo, como cada día de reyes, con la propina y algún pequeño detalle. A mí me regalo la cartera que se ve en la imagen, y que es la que utilizo actualmente.

Para un chico que por aquel entonces tenía 14 años, una cartera que para nada tiene aspecto juvenil, y además acostumbrado a llevar una cartera de un equipo de fútbol. Mi abuelo, al darme la cartera, me dijo que sabía que no era muy juvenil, pero que él la tenía guardada sin usarla, y que quería que algún día en el futuro la usara.

Yo imaginé siempre ese futuro muy lejano, sin embargo, ese año, a finales de marzo, mi abuelo falleció, y yo recordé lo que me había pedido. Entonces decidí que ese futuro había llegado, y saqué mis cosas de la cartera que entonces usaba para pasarlas a esta.

No la he dejado de usar, y es que esta cartera supone el último regalo que recibí de mi abuelo, un objeto, que sin valor económico, adquirió entonces un fuerte valor sentimental.

También tomé una decisión respecto al futuro de este objeto, pues aunque podría recrear la típica escena de cualquier película y regalársela a mi nieto, si es que algún día tengo, soy consciente de que su poco valor material va de la mano a una baja calidad del material del que está hecha, valga la redundancia. Por ello, es que tengo decidido que cuando la cartera se deteriore, la cambiaré por otra, para evitar que se acabe rompiendo y poder así conservarla, aunque sea sin darle el uso para el que está fabricada.


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