Sara
Cuando me puse a pensar detenidamente algo que tuviese mucho valor para mí, que fuese mi patrimonio personal, estuve horas pensándolo y no obtuve respuesta. No contaba con ningún objeto reseñable que me permitiese decantarme por uno en concreto, tengo muchos objetos personales de valor, pero ninguno parecía llenarme plenamente para llevar a cabo la práctica, y me sentía muy comprometida con ella.
Valoré distintas posibilidades: personas de mi entorno, importantes para mí, fundamentalmente mis padres, recuerdos de vacaciones, campamentos o experiencias personales, también pensé en lugares, momentos, recuerdos… pero no parecía encontrar en ninguno de ellos la clave a lo que se me pedía, más bien a lo que yo me auto-exigía.
Finalmente, pensé en mí, y pensé en lo que soy, lo que tengo, lo que quiero, lo que quiero ser y tener, lo que he hecho para llegar hasta donde estoy ahora, y parece que en mí encontré la respuesta a mi gran interrogante.
Mi patrimonio personal considero que son mis valores, mis apoyos, mis creencias, mis metas, mis proyectos…
Todo lo que soy y creo que me describen muy bien son valores que tengo, que me caracterizan, y que gente muy cercana a mí y que me conoce muy bien, considera que son mis señas de identidad, y son; la lucha, la fuerza, la entrega, la dedicación, el interés, el cariño, la constancia, la pasión, la ternura y la paciencia. Estas señas no las querría perder nunca por nada del mundo, pues perdería mi esencia, dejaría de ser yo, y todo lo demás no tendría valor alguno.