Lucía
No conozco la historia de esta cadena. No sé cómo llegó a la persona que me la dio. No sé cuándo ni dónde ni por qué se la regalaron a ella. Pero sí conozco mi historia con ella. Sé que mi abuela la llevaba siempre encima. De que yo, al igual que el resto de sus nietos, hijos y sobrinos, jugábamos sin parar con ella cuando estábamos en sus brazos. Sé que nos llamaba un montón la atención su brillo. Sé que, entre todas esas personas importantes para mi abuela, me eligió a mí para que la llevara. Sé que cuando cumplí 18 años, mi abuela me consideraba una mujer de la que estar orgullosa y por eso me cedió su cadena en un pequeño joyero de cristal que se le rompió justo antes de dármelo, y que aún conservo como si fuese oro.
Sé que, si en algún momento le pasase algo a esa cadena, me sentiría responsable por no cuidarla mejor. Me sentiría avergonzada. Sería como decepcionar a una de las personas más importantes de mi vida. Sé que esa cadena no es simplemente un objeto.
Representa a mi abuela. Todo lo que me enseñó cuando me crio, cuando me transmitió todos sus valores. Todo el cariño que recibí de ella. Todas las tardes que pasábamos juntas en el sofá de su casa leyendo sin parar o haciendo postres que después nos comíamos. Representa el tipo de persona que quiero llegar a ser. Representa todas las cosas que hizo mi abuela por mí. Representa la fortaleza de una persona maravillosa.
Cada vez que la veo me acuerdo de ella y de toda mi familia, que ahora veo tan lejos. La imagen que tengo de ella y que nunca olvidaré, gracias a esta pequeña parte que tengo.
Algún día, también yo pasaré este legado con mucho gusto, para que otra persona igual de importante que yo para mi abuela, también recuerde a la mejor bisabuela del mundo.