Isabel
Estos son los caramelos que come mi abuelo casi todos los días.
Cada vez que voy a verle me pregunta si quiero uno y siempre me acaba dando un puñado que suelo guardar en chaquetas, abrigos, bolsos…
Encontrarme un caramelo de estos después de unos días, semanas en cualquiera de mis pendras, me recuerda a él, me transporta a cuando estamos juntos y a su frase “¡Eh! ¿Tú quieres uno?” que suena en mi cabeza con su voz.
Guardo uno en concreto en mi cuarto, ahora mismo sería incomible pero es de su sabor favorito y no podría deshacerme de él.