Pedro
Me ha acompañado toda mi vida.
Me lo regaló mi primo, aunque yo esto lo conozco por lo que me han contado, no lo recuerdo.
De pequeña era incapaz de dormir sin él, un día se me olvidó en casa de mis abuelos y todavía me acuerdo del disgusto que me llevé al pensar que lo había perdido.
Y todavía, a veces, se cuela en la cama cuando duermo.
Sería imposible contar las veces que mi madre le ha tenido que pintar los ojos con un rotulador azul (color que no creo que encaje mucho con el personaje, pero yo no me lo imagino de otra manera) permanente o hacerle algún remiendo. Y cada una de esas veces yo esperaba expectante el resultado, con miedo a intervenir.